La carne reniega de su naturaleza, pide soledades, momentos quietos para poder rebanarse, ver las cañerías y limpiar el tejido. Pide cerrar los ojos y estallar en guerra, luchar la batalla perdida contra el tiempo.
La carne reniega de si y quisiera ser viento no escudo; puerta no cerradura; semilla y no espina.
La carne es un mapa de caminos perdidos, trazados por la contradicción y los momentos luminosos... los pocos momentos de oxigeno.
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